2 de septiembre de 2010

soñé que era mía


Una vez soñé que era mía.

Soñé que la alcanzaba.

Soñé que la recorría, lentamente, sin prisas, recreándome en sus valles, en sus colinas...

Soñé que la poseía, y entonces se paraba el tiempo, todo a mi alrededor se hacía más intenso, se afinaban mis sentidos, mis movimientos, volviéndome casi felino.

Soñé que me impregnaba de su aroma, de su sabor... que sentía su brisa a veces cálida, a veces fresca, a veces suave, a veces intensa...

Soñé que la escuchaba, que la entendía.

Soñé que la descubría, y me descubría en ella, en mis palabras, en mis gestos... en mis pensamientos.

Soñé que me sorprendía, que me desvelaba sus misterios.

Soñé que estaba desnudo ante ella, que me traspasaba, que no podía mostrarme sino tal y como era.

Una vez soñé que la deseaba, que la anhelaba, que la necesitaba... soñé que encontraba mi refugio en ella, mi hogar, mi consuelo.

Soñé que me ayudaba a encontrar respuestas, sosiego...

Una vez soñé que era mía, y al despertar ya no era el mismo. Mi imagen reflejada en el espejo era distinta, había una serenidad en la mirada, una media sonrisa apenas perceptible, una paz... que habían sustituido a las dudas, la angustia y las preguntas sin respuesta. Me cuestionaba, sin palabras, si sólo había sido un sueño...

Una vez soñé... que Europa era mía...

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