18 de julio de 2010

Le Château de Chanteloup

Anoche contaba que ecabé el día en un castillo, al norte de Le Mans... voy a explicar lo que pasó.
Me había entretenido un poco en Saintes, y para cuando llegué a Le Mans se me había hecho un pelín tarde. Pasé la ciudad y fuí adentrándome en una zona boscosa, en busca de un camping, o en su defecto una zona tranquila donde acampar. No tenía pan ni casi comida, y cada pueblo que atravesaba parecía fantasma, todo cerrado y ni un alma por la calle... empezaba a nochecer.
A la salida de un pueblo llamado Sille-le-Phillipe ví la silueta de un castillo rodeado de una gran extensión de cesped, y me pareció ver... "si, ¡eso parecen tiendas de campaña!", "¿en la puerta del castillo?... vamos a ver...". Rodeo la tapia con la moto, y me adentro en un camino que me lleva a la puerta del castillo... estaba luchando con la moto por mantener el equilibrio en una gravilla cada vez más profunda cuando de repente veo a un señor que viene corriendo hacia mí haciéndome señas para que parase... Cinco minutos después estaba cenando con él y su familia al aire libre en la puerta del castillo.
El señor que me detuvo resultó ser un aristócrata encantador llamado Dominique, dueño del castillo y del bosque circundante. Cada verano habilitan el jardín y parte del bosque (donde estoy acampado ahora) como camping. Según me contó lo hace para "cubrir gastos", y para alojar cada año a los participantes de una carrera de automóviles clásicos que se celebra en el Circuito de Le Mans. Yo creo que principalmente por ésto último... he visto las fotos y es impresionante ver el castillo rodeado de Jaguars, Aston Martins y Alfa Romeos de los años 40-50.
Sea porque le hizo gracia que me metiese con la moto hasta la cocina, sea porque, según me dijo, no tenían huéspedes españoles, ni en general desconocidos que aparezcan con la moto casi de noche y de repente sin saber de la existencia del castillo... el caso es que le caí bien y me invitó a una copa de vino. Cuando hablamos acerca de las circunstancias de mi viaje, se mostró muy sorprendido y quiso saber más... me presentó a su familia y me invitaron a cenar...
Desgraciadamente en los camping, como en la sociedad, siempre existen clases, y ésto se hace más patente a la hora de cenar... Los clase "premium", lucen orgullosos autocaravanas de 60.000 pavos, y tienen preparadas mesas repletas de comida que acaban de cocinar, toldos, butacas, etc. Los de clase media viajan en coches, y cuando menos llevan una mesa plegable y unas sillas, y aunque sea un modesto camping gaz... Y finalmente, pasando por múltiples grados intermedios entre clases, llegamos a la clase más humilde, los motoristas. Viajamos pelados de equipaje, ni soñamos con una mesa y sillas (cenamos en el suelo), y algunos hasta renunciamos al camping gaz (por falta de espacio).
Así que nuestra cena consite en latas de atún, tomate, pan, y poco más... eso sí, siempre nos llega el olorcillo del filete que se está preparando el vecino.
Pues bién, anoche se tornaron los papeles, y allí estaba yo, cenando una carne asada riquísima, con la moto aparcada frente al castillo (más bién embarrancada en la gravilla), rodeado de flamantes autocaravanas cuyos ocupantes, en el mejor de los casos, estarían cenando casi tan bien como yo...
La familia de Dominique resultó ser, como él, un encanto, así que estuve un buen rato charlando y bebiendo vino con ellos. Para cuando me fuí a montar la tienda ya se había hecho de noche, y sumándole a la falta de luz el puntillo del vino (no suelo beber), acabé montando un Tamagochi en vez de una tienda. Eso sí, cuando ví terminada mi obra casi me descojono...
Pero lo peor vino después... volvía sobre las tres de la mañana, tras tomarme un par de coronitas con mis nuevos conocidos en el bar del castillo, y sea porque esa parte del bosque está un pelín oscura, sea porque tampoco estoy acostumbrado a la coronita... coño!, me equivoqué de tienda...

1 comentario:

Anónimo dijo...

espero que no te equivocaras de agujero...

Ian.

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