22 de julio de 2010

vida nómada

Cada noche duermo en un lugar diferente: al lado de un río, en un bosque, cerca de una ciudad que no conozco, junto a un castillo...
Por eso, en esta vida nómada, las escasas pertenencias que transportas adquieren una gran importancia, pues son tu hogar allí donde te desplazas.
Mi equipo consiste en una tienda Quechua T2 Light, que tardo unos 5 minutos en montar, y unos 8 en desmontar. Ya le tengo mucho manejo, pero no se puede decir que lo haga con los ojos cerrados, en vistas de lo que pasó en el Chanteloup...
Durermo sobre un colchón inflable Quechua de unos 10 cm de alto, que me aisla de las irregularidades y la humedad del suelo. Para mí es la opción más recomendable, pues ocupa menos que un esterillo, y es tan cómodo como un colchón de muelles algo blandengue (aunque no tanto como mi super colchón de latex de Madrid, por supuesto...). Le doy aire con un pequeño inflador eléctrico, que alimento en la toma de 12V que me instaló en la moto mi mecanico (que es un fiera).
En cuanto al saco de dormir, por fín le hice caso Néstor y me compré, en Le Mans, uno de hasta 26 grados bajo cero (pues me estaba pelando de frio...). Guardarlo es como intentar meter un oso panda en la maleta, pero también abriga como tal cuando hace rasca.
En fin, que cada noche me siento en casa dentro de mi tienda, y duermo en la puñetera gloria (a veces me han dado las 11 de la mañana...).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya, ya no podré reirme de tí cuando te vea pelándote de frío con tu mierdecilla de saco veraniego mientras yo paso calor en mi saco :)

Néstor

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