18 de julio de 2010

pensamientos

Alrededor de 25 grados, luce el sol, 90 km/h... la bisera del casco y las cremalleras de la chaqueta abiertas, dejando pasar el viento que fluye por mi cuerpo, impregnándome del olor a tierra mojada, a viñedos, a campos de cultivo recién cortados...
Voy conduciendo de pie, con el cuerpo ligéramente inclinado hacia delante para contrarrestar el empuje del viento, y la imagen que el sol proyecta sobre la hierba al márgen derecho de la calzada me recuerda a la silueta de un minotauro que cabalga veloz y libre...
Cada kilómetro recorrido proyecta sobre mis retinas cientos de imágenes nuevas, y que a la vez son viejas, porque al instante siguiente pertenecen ya al pasado, a ese camino que dejo atrás y que quizá no vuelva a recorrer jamás... o que si vuelvo a recorrer puede que yo no sea ya el mismo, y por lo tanto sea diferente mi percepción.
Viajo solo, pero me acompañan mis recuerdos... el abrazo de un amigo, la risa alegre de mi hermana, el cariño de mis padres. Viajo con la experiencia de mis éxitos, de mis muchos fracasos... Me acompaña el sabor de unos labios y el tacto de un cuerpo que ya no está... Viajo, si, cargado de recuerdos, pero también de ilusiones y de sueños.
Voy mirando al horizonte, porque en la moto, como en la vida, si vuelves la vista atrás no verás lo que viene por delante...

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