12 de agosto de 2010

cruzar los Alpes


Comencé el día, de nuevo, chorreando. Durante la noche, cerca de Salzburgo, dentro de mi tienda con goteras, me volvió a caer una tromba de agua. Suerte que esta mañana, bajo un sol que me ha acompañado todo el día, pude secar mis cosas (otra vez).
Mi primer destino ha sido el concesionario BMW Auto Frey, cuya dirección me envió anoche David, en respuesta a mi SMS de socorro (el estado de las pastillas de freno traseras era crítico...).
Tras comprar las pastillas, e instalarlas sin más problemas en un claro del bosque, pude continuar mi camio, rumbo a los Alpes...
Se me hace muy difícil transmitir mediante fotos y palabras lo que se siente cruzando los Alpes en moto. Es como si quisiera llevaros agua sólo con mis manos, y se me fuese escapando entre los dedos, llegando sólo unas gotas.
Imaginaros conduciendo por una carreterita tan estrecha que, muy justos, se cruzan un coche y una moto. Al los márgenes de la calzada una pendiente extremadamente pronunciada, ascendente en un lado, y abierta al vacío en el otro (tanto que casi da vértigo asomarse), totalmente tapizada de mullida hierba. El guardarrail (cuando hay) es de troncos de madera. El camino serpentea reptando por unas montañas tan altas que para ver sus cumbres tienes que alzar la cabeza. Al fondo, en el valle, brilla el agua de un caudaloso río, corriendo veloz y libre. La brisa es fresca, en ocasiones muy fría, sobre todo cuando atraviesas una especie de túneles naturales, formados por árboles que se entrelazan en sus cúspides. El agua discurre descendiendo las montañas en múltiples torrentes. Los pueblos que recorres tienen casas de madera, con muchas flores muy coloridas, y pequeñas iglesias de torres finas y espigadas.
Cada curva que pasa aumenta tu armonía con la moto y con la carretera, hasta llegar un punto en que no piensas, no conduces... fluyes por el camino. Los latidos de tu corazon y las revoluciones del motor se acompasan, tus brazos y piernas se fusionan con el cuerpo de la moto, y los movimientos los marca tu cintura, como danzando sobre el asfalto...
Y es así como tanscurrió el trayecto hoy, adentrándome cada vez más entre las montañas, dispuesto a cruzar mañana por el famoso paso de la región suiza Maloja, y descender hasta Milán donde me espera mi amigo.
He acampado en mitad de la montaña, en un claro hasta el que llegué por un sendero de muy difícil acceso (a unos 100 metros de aquí tuve que descargar la moto para subir una pendiente, pues patinaba con tanto peso...). He cenado (restos que tenía), tras montar la tienda, admirando la imponente montaña que se alza frente a mí, y sintiéndome, de nuevo, libre...

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