11 de agosto de 2010

llegar a Praga


Hoy comencé la jornada despertándome sobresaltado con un ruido ensordecedor, que identifiqué al instante como una avioneta aterrizando en el campo colindante a la fila de árboles tras la que estaba acampado... Salí de un salto de la tienda, descalzo ("¡¿donde coño están mis chanclas?!"), en calzoncillos, y cámara en mano, dispuesto a inmortalizar la escena. Me planté tras la fila de árboles en tres zancadas ("hay!, hay!, hay!"), para descubrir, decepcionado, que el ruido lo hacía un tractor labrando, y que estaba lloviendo de nuevo (tras unos días de tregua).
Al principio no me molestó la lluvia (suave), pues terminó de despejarme y me ayudó a plegar la tienda y guardar las cosas en un tiempo record. Pero cuando llevaba media hora conduciendo, al poco rato de entrar en la República Checa, la lluvia arreció, y comenzaron los problemas...
La carretera (si se puede llamar así) por la que circulaba empezó a inundarse, cruzada en varios puntos por pequeños torrentes. Los baches, llenos de agua, no se veían, y comencé a tragarme uno detrás de otro, salpicando por encima de las rodillas. Pero cuando comenzó mi periplo fué al llegar a una zona donde el agua se había llevado parte de la carretera... había varios camiones esperando, y un coche de algo similar a Protección Civil a lo checo. Volví al pueblo anterior, y como no estaba dispuesto a deshacer todo el camino bajo aquella lluvia, me lancé por una carreterita de adoquines, que según el GPS conectaba con la otra en un punto posterior al del corte... Lo que no explica el aparatito es que de adoquines pasaba a gravilla, y de ahí a tierra (ahora barro), y que tendría que cruzar entre varias huertas, subir unas escaleras (que como eran muy altas tuve que rodear por el monte), y cruzar un túnel angosto de suelo enfangado... Fué un trayecto agotador, pero muy divertido. Para cuando conecté con la carretera (lo conseguí!), el barro me llegaba a las rodillas... eso sí, con la que caía en pocos kilómetros estaba limpito (y chorreando).
Sin más problemas seguí circulando hasta Praga, atravesando pequeños pueblos, rurales casi todo el trayecto, e industriales llegando a la ciudad. Éstos últimos horribles, con fabricas monstruosas, frias, grises, impersonales... y con esos carteles en un idioma que se parece al ruso, y unos logotipos que parecen sacados de una película de espías.
Y es que nada más entrar en este país sientes que estás en otro mundo, porque aunque oficialmente es Europa, cambia todo muchísimo, y se nota bastante la influencia del este. Otro detalle es que resulta muy barato, por ejemplo he visto menú del día por 75 coronas, que son unos 3 euros.
Por fin llegué a Praga, casi a medio día, contento pero chorreando. Y aunque la lluvia cesó, como dándome la bienvenida a la ciudad, me puse a buscar un hostal o pensión (para seca la ropa), en vez del habitual camping.
Tengo que aclarar que aunque la chaqueta de la moto es totalmente impermeable y no me mojo el tronco ni los brazos, la bota izquierda hace aguas (extraño, pues hasta ahora no era así), y los guantes y el pantalón son de verano (maldita la hora en que no creí necesario comprar los pantalones a juego con la chaqueta, y no traerme también mis guantes de invierno).

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