30 de agosto de 2010

montes Apeninos


El recorrido de hoy me ha llevado desde la casa de David, en Milán, hasta un pequeño claro en un bosque de almendros, en un ricón de la Toscana, desde donde escribo estas líneas, de nuevo metido en mi tienda (estrenando una nueva, por cierto...).
He cruzado los montes Apeninos en moto por segunda vez en mi vida. La primera vez fué por el famoso "Passo Della Futa", desde Bolonia a Florencia, hace cuatro años. En esta ocasión por un paso menos conocido (y encima no recuerdo el nombre...), ubicado en la intersección de la cordillera con una línea recta imaginaria que uniese Milán y Pisa (mi próximo destino).
He disfrutado plenamente de la conducción, trazando las curvas suavemente, con cariño, como deslizando un pincel sobre un lienzo blanco, dibujando los rizos de un cabello dorado, del tono de la última luz de la tarde, que colorea el bosque y la franja inferior del cielo, y te hace entornar los ojos levemente.
He rodado despacio, sin prisas, dejando correr la moto en las curvas con marchas largas, sin fuertes retenciones, tan sólo fluyendo a través del asfalto como las nuevas imágenes lo hacían por mi mente. Absorto en mis pensamientos, con la vista al fente sin fijarme en nada concreto, conduciendo sin pensar, como escuchando una música de fondo a la que no prestas atención, pero que sientes está ahí.
Aquí me siento como en casa, pues el paisaje de bosque mediterráneo y montaña me recuerda mucho a la Alpujarra. A la salida de las curvas casi puedo oir el rugido de la Ducati de Chema, acelerando poderosa, como si ascendiésemos rodando juntos, como tantas veces, rumbo a Bubión, a la espalda de Sierra Nevada. Este recuerdo me lleva a añorar a mi amigo, y aquella tierra sorprendente donde puedes respirar la brisa del mar desde una montaña nevada.
Aquí tienes la misma sensación, lo que convierte este lugar en un sitio tan especial para mí.
Y ahora, en silencio, cubierto ya por el manto oscuro de la noche, oyendo el canto de los grillos y el sonido de las hojas de los árboles al mecerse suavemente, pienso en los contrastes de este viaje. Anoche, en compañía de una chica preciosa, charlando relajados en uno de los locales de "gente guapa" de Milán (carísimo), llevando camisa, recien duchado y afeitado. Y hoy, perdido en mitad de un bosque, en una tienda de campaña, sin otro aseo que lavarme cara, manos y dientes con una cantimplora de agua.
Y al lado de la tienda, la misma moto en cuyo espejo me daba anoche los últimos retoques en el pelo (nada que hacer, está ya fuera de control y parezco Jack Nicholson en "El Resplandor"), aparcada en la acera en el centro de Milán, y que luego nos llevó de paseo por sus calles. La misma que me ha traido hasta aquí, un par de kilómetros fuera de pista, atravesando el frondoso bosque, sorteando zanjas, piedras, troncos caídos...
Contrastes de un viaje en el que estoy, o eso intento al menos, abierto a disfrutar lo que venga en cada momento...

2 comentarios:

David Sánchez García dijo...

"Viajo para que los demás me pierdan la pista. Entonces les escribo para que vuelvan a encontrarme".

¡Qué bueno que escribes para poder encontrarte!

Un abrazo fuerte.

Anónimo dijo...

carpeta: Música/U2/"No line on the horizon" - ver videos!

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