2 de agosto de 2010

Estocolmo







Difícil resumir en unas líneas todo lo ocurrido últimamente... Llegamos a Estocolmo hace dos días, con la última luz de la tarde, un poco asalvajados tras nuestro recorrido por los bosques. Nos perseguían unos nubarrones negros cargados de tormenta desde hacía bastante rato, y aunque creímos despistarlos siendo más rápidos, nos alcanzaron al poco tiempo de llegar a la ciudad.

Temiendo lo que nos podría pasar en la tienda de campaña si se desataba la tormenta, estuvimos buscando, sin éxito, un albergue u hostal donde quedarnos. Todo estaba completo, así que decidimos probar suerte en un camping, a las afueras de la ciudad. Craso error.  Tras las noches anteriores, durmiendo en un entorno tan bonito, el camping (un poco cutre), nos parecía poco menos que un campo de refugiados... Para colmo, al poco de acostarnos, se desató la tormenta, y tuvimos una desagradable sorpresa...

Estábamos charlando dentro de la tienda cuando empezó a llover. Ian tenía sus dudas sobre la impermeabilidad de nuestro refugio, pero yo lo tranquilicé diciéndole que no era la primera vez que me llovía dentro, y nunca había tenido problemas... Casi no había terminado de decirlo cuando, de repente, la lluvia arreció, dejándome con la palabra en la boca, y el agua empezó a colarse a goterones por varios puntos, uno de ellos sobre nuestras cabezas! Son ya cuatro años, y muchos viajes, para una tienda que, hasta ahora, se había portado de maravilla. Como pudimos comprobar al día siguiente, las costuras termoselladas estaban agrietadas, con el plástico endurecido y amarillento por acción del sol, el tiempo y la intemperie. Finalmente nos dormimos resignados, notando caer las gotas sobre nuestros sacos de dormir, demasiado cansados para pensar en soluciones. A la mañana siguiente todo estaba húmedo, incluso teníamos pequeños charcos de agua en el suelo de la tienda.

No paró de llover mientras recogíamos todo (empapado), y lo guardábamos en las maletas. Ni durante todo el tiempo que estuvimos buscando un albergue (finalmente tuvimos suerte). Pero tan animados y contentos estábamos, que tras dejar la ropa y la tienda colgadas dentro de la habitación para que se secasen, nos lanzamos de nuevo (bajo una lluvia incesante), a descubrir una ciudad sorprendente. Disfrutamos durante un par de horas de un paseo en moto y caminado bajo la lluvia, por una ciudad que nos parecía preciosa, pero a media tarde estábamos chorreando por dentro y por fuera, entumecidos, helados... y no tuvimos más remedio que volver, resignados, al albergue.

Pero al atardecer cesó la lluvia, y nos aventuramos de nuevo a conocer la noche de Estocolmo. No volvió a llover hasta esta mañana, así que ayer disfrutamos de un tiempo estupendo (en términos escandinavos, claro), en una ciudad increíble...

En lo que llevo de viaje ésta es la ciudad que más me ha gustado. Al igual que en Copenague, la circulación de coches es bastante escasa, y mucha gente se desplaza en bici, aunque no tanto como allí (supongo que por las fuertes pendientes). La ciudad está formada por varias islas unidas por puentes o túneles bajo el agua. En una de las islas se encuentra la ciudad vieja, en la que sólo hay edificios históricos y calles peatonales. Otra de las islas forma una colina bastante pronunciada, desde la que se tienen unas vistas panorámicas del conjunto preciosas. La isla más al este es casi en su totalidad un bosque, con grandes parques, museos, zonas para navegar en canoa...

No es una ciudad con edificios o zonas tan carismáticas y conocidas como las que tiene París, por ejemplo, pero en su conjunto es una de las ciudades más bonitas que he visitado. El hecho de que tenga grandes diferencias de altura le proporciona, en mi opinión, mayor belleza. Y el entorno natural es impresionante. Supongo que me gustan tanto las ciudades así porque, en ese sentido (estar distribuidas sobre colinas, y rodeadas de naturaleza), se parecen mucho a Granada (me ocurrió lo mismo con Florencia, en Italia).

En definitiva, una ciudad preciosa, no tan llena de vida como Copenague (supongo que por estar mucho más al norte), pero con muchísimo encanto, y en la que lo hemos pasado genial. Conocimos en el albergue a unas chicas almerienses muy "salás", y a un australiano simpaticote, a los que mando desde aquí un abrazo.

Así que esta mañana (otra vez bajo la lluvia), nos volvemos a echar al camino (Ian me decía anoche que ya lo estaba añorando), dispuestos a atravesar de nuevo ese universo inmenso de árboles y agua, esta vez por el interior en vez de bordeando la costa, y volver a Copenague. Allí, desgraciadamente, se acaba nuestra aventura juntos (pues Ian se incorpora al trabajo), por lo que trataremos de exprimir al máximo los dos días que nos quedan, en lo que está siendo una aventura inolvidable...

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